Adicciones, drogas inyectables y HIV: una problemática que pega cada vez más fuerte en Argentina

Los últimos indicadores oficiales muestran un preocupante incremento de los casos de diagnóstico tardío de VIH/Sida en la Argentina. La tasa más elevada -pasó 53 al 62% en los últimos cinco años- se registra en los casos de transmisión por el uso compartido de agujas y jeringas. En nuestro país, el 63% de las personas que consumen estupefacientes por vía intravenosa, con fines no terapéuticos, se inyecta cocaína. La necesidad de instalar y desarrollar programas de prevención y de reducción de daños.

Las personas que consumen drogas inyectables, sin la prevención adecuada, no solo puedo sufrir sobredosis y desarrollar fuertes adicciones. También corren 22 veces mayor riesgo de contraer el VIH y otras enfermedades infecciosas. Se trata de un acuciante problema salud pública, cuya gravedad se incrementa año tras año en la Argentina, poniendo en evidencia la alarmante ausencia de programas y políticas públicas de asistencia y de prevención que sean consistentes y perdurables.

Quienes incurren en este tipo de consumo problemático, por lo general, se inyectan sustancias psicotrópicas (o psicoactivas) con finalidades no terapéuticas. Estas drogas pueden ser opioides, estimulantes anfetamínicos, cocaína, somníferos, sedantes y alucinógenos. La inyección puede administrarse por vía intravenosa, intramuscular y/o subcutánea. No se incluye en esta definición a las personas que se inyectan medicamentos con fines médicos, ni a quienes se aplican sustancias no psicotrópicas como pueden ser esteroides -u otras hormonas- para modelar el cuerpo o para mejorar el desempeño atlético.

Según el último relevamiento realizado por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (ex Sedronar), la sustancia más consumida por vía inyectable con fines no terapéuticos en nuestro país es la cocaína, dado que el 63,3% de quienes han incurrido en esta práctica alguna vez en su vida han mencionado dicha sustancia. Asimismo, la morfina, petidina (medicamento que se usa para tratar el dolor que va de moderado a grave) o similares, se ubican como el segundo tipo de sustancia más consumida por vía inyectable.

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Al analizar el perfil de quienes han consumido drogas por vía inyectable alguna vez en la vida en la Argentina, se observa que la mayor proporción corresponde a varones (80%) y a personas de 25 a 49 años de edad (66%). El informe de la ex Sedronar, no obstante, también registra casos entre 12 y 17 años (representan el 1,6%), al tiempo que en el grupo etario más avanzado, de 50 a 65 años, se encuentra el 10,2% de los usuarios de sustancias por vía intravenosa. Los propios datos oficiales dan cuenta que, aunque la mayor proporción de usuarios tiene una mediana edad, este tipo de consumo se encuentra presente en todos los tramos etarios.  

Respecto a las mujeres, la mayoría de las usuarias tiene entre 35 y 49 años. Pero aún así, más del 22%, es decir 2 de cada 10 que alguna vez en la vida se han inyectado, tiene menos de 25 años.

Transmisión de enfermedades infecciosas

Consumir drogas por vía intravenosa, con fines no terapéuticos, hace rato que dejó de ser una problemática que sólo se veía en las películas y/o documentales que retratan los padecimientos de los adictos a la heroína en Estados Unidos, Canadá o en las naciones más prósperas de Europa. Es una realidad instalada en la Argentina, lo que a su vez contribuye a la proliferación de enfermedades infecciosas como el HIV/SIDA y la hepatitis.

De acuerdo con el ultimo boletín epidemiológico sobre el VIH, Sida e Infecciones de Transmisión Sexual en la Argentina, publicado en diciembre de 2019 por el Ministerio de Salud de la Nación[i], los porcentajes de diagnóstico tardío de HIV muestran su mayor magnitud en los casos en que se ha constatado el contagio por el uso compartido de agujas, jeringas y/o otros elementos del equipo de inyección.

Concretamente, mientras que durante el período 2013/2014 el 53% de los varones que se habían contagiado HIV por haber compartido material para inyectarse tuvieron un diagnóstico tardío, la tasa llegó 62% en 2018.

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Las estadísticas también indican que, en general (teniendo en cuenta todas las formas de transmisión), la mayor tasa de diagnóstico tardío de VIH en las mujeres se registra en el área metropolitana de nuestro país (AMBA), representando el 38% de los casos, 10 puntos porcentuales más que lo registrado durante el periodo 2013-2014 (28%). En tanto, entre los varones, se evidencia una situación similar ya que el diagnóstico tardío en AMBA, durante el mismo período, pasó del 33% al 41%.

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Como lo hemos señalado en un reciente informe, en Argentina, 5000 personas se infectan de HIV al año y se registran más de 1400 fallecimientos por Sida. En ese sentido, un relevamiento oficial mostró que la provincia de Buenos Aires es una de las jurisdicciones del país donde menos se instrumentan los tratamientos de Profilaxis. Se trata de una herramienta, de eficacia comprobada, destinada a personas expuestas a situaciones de exposición real o potencial de transmisión del virus.  

Lineamientos internacionales

En el ámbito Internacional y con efectos en nuestro orden interno se aborda la temática con un enfoque de derechos humanos. No solo debe informar las críticas sobre la respuesta a las drogas en todo el mundo, sino que también debe ser el principal impulsor de su reforma, apuntalando controles y equilibrios para romper los ciclos de abuso.

Para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenibles 3.3[1] y la estrategia acelerada de ONU/Sida[2] para terminar con la pandemia en 2030, es crucial abordar las necesidades de las personas que usan drogas estimulantes que están en riesgo de contraer el VIH, con atención específica a las intersecciones entre las poblaciones clave. Poner fin a la proliferación del Sida solo se puede lograr si nos aseguramos de que las personas adecuadas accedan a los servicios correctos, prestados en el lugar correcto en el momento correcto, sin dejar a nadie atrás[3].

Mediante una resolución aprobada el 8 de junio de 2016, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha remarcado la falta de progresos en la reducción de la transmisión del VIH entre las personas que consumen drogas, en particular, las que se inyectan drogas. En ese sentido, desde la ONU propuso a los Estados nacionales la adopción de políticas públicas basadas en la reducción de daños, es decir, que apunten a la disminución de las consecuencias negativas del consumo de drogas.

La ONU/Sida ha señalado con claridad[4] que “hay pruebas irrefutables de que los nuevos casos de infecciones por el VIH disminuyen bruscamente cuando las personas que se inyectan drogas tienen acceso a programas de reducción de daños y otros programas de salud pública. Los delitos contra la propiedad se reducen, aumenta la seguridad pública y se mejoran los resultados sanitarios para las personas que se inyectan drogas. Las alternativas a la criminalización y encarcelamiento facilitan el acceso a los servicios de salud y permiten que el consumo de drogas se considere más como un problema de salud que como un delito. Los programas de salud pública pueden ser totalmente financiados mediante una fracción de las inversiones actuales en el sistema de justicia penal relacionadas con delitos de drogas y producirán beneficios sanitarios y sociales significativamente más altos”.

La reducción de daños incluye variadas estrategias aplicadas en distintas partes del mundo. Las más difundidas son los programas de cambio de jeringas y las iniciativas de sustitución de drogas para los adictos a los opiáceos  (metadona o naloxona,) que han permitido -en algunas regiones- poner un freno a las adicciones, y reducir los casos de muerte por sobredosis, como así también el contagio de VIH y hepatitis.

La reducción de daños abarca también la educación e información. Se busca instruir a los usuarios sobre las formas de desinfección de los equipos de inyección y cómo prevenir la sobredosis. Por otro lado, se apunta a la comunidad general para evitar la marginación de estos sujetos y su consiguiente distanciamiento del sistema de salud. En ese sentido, los programas, por lo general, implican un riguroso trabajo de campo para establecer contacto con la mayor cantidad posible de usuarios de drogas y la implementación de instituciones asistenciales públicas abiertas, con objetivos intermedios, dispuestas a escuchar y tratar a las personas estén o no abstinentes de drogas.

Otras medidas propuestas por las Naciones Unidas son:

  • Facilitar las pruebas de detección del VIH y asesoramiento al respecto.
  • Tratamiento contra el VIH y atención a los infectados.
  • Facilitar y difundir al máximo el acceso a preservativos.
  • Garantizar el acceso a la atención clínica de las Infecciones de Transmisión Sexual, tuberculosis y las hepatitis víricas.

 

[1] Objetivo 3: «Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades». Meta 3.3 .Para 2030, poner fin a las epidemias del Sida, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles.

[2] El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (más conocido por el acrónimo ONU/Sida) es un programa de las Naciones Unidas destinado a coordinar las actividades de los distintos organismos especializados de la ONU en su lucha contra el sida. Es citado con frecuencia por sus siglas en inglés, UNAIDS.

[3] Prevención, tratamiento, atención del VIH y apoyo para personas que usan Drogas estimulantes

GUÍA TÉCNICA (traducción propia) https://www.unodc.org/documents/hiv-aids/publications/People_who_use_drugs/19-04568_HIV_Prevention_Guide_ebook.pdf

[4] http://www.unodc.org/documents/ungass2016//Contributions/UN/UNAIDS/JC2803_drugs_en.pdf

[i] http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000001754cnt-boletin-epidemiologico-2019_vih-sida-its.pdf

 

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