Las redes sociales transformaron la manera en que los jóvenes se informan, aprenden y buscan oportunidades económicas. Pero en ese mismo escenario digital donde abundan los influencers financieros y las promesas de éxito rápido, también proliferan esquemas engañosos que venden ilusiones en forma de cursos para “hacerse millonario con inversiones”.
Lo más preocupante es que quienes promueven estos cursos no son grandes empresarios ni inversionistas experimentados, sino jóvenes que aparentan ser “pares” de su público objetivo. Se presentan como personas comunes que “descubrieron el secreto” del éxito y ahora lo comparten con otros. Esta estrategia genera una falsa sensación de confianza y cercanía, haciendo que más jóvenes caigan en la trampa.
En este artículo, exploraremos cómo operan estas estrategias de captación; por qué resultan tan atractivas para los jóvenes, qué riesgos esconden detrás de su fachada de éxito y cómo la frustración derivada de estos engaños puede impactar la salud mental y la autoestima de quienes caen en la trampa.
El Engaño de la riqueza rápida
Estos cursos se presentan con una narrativa seductora: “Yo logré la libertad financiera a los 25 años, tú también puedes”. Se acompañan de imágenes de autos de lujo, viajes exóticos y relojes costosos, reforzando la idea de que cualquier persona, sin importar su conocimiento previo, puede volverse millonaria en poco tiempo.
El modelo de negocio detrás suele incluir:
- Promesas irreales: se habla de rendimientos extraordinarios en inversiones sin riesgos, lo cual es incompatible con los principios básicos del mercado financiero
- Estrategias dudosas: muchos de estos cursos venden estrategias de trading con criptomonedas o mercados volátiles, donde la mayoría de los inversores novatos pierde dinero.
- Testimonios falsos: se muestran personas asegurando haber cambiado su vida gracias al curso, cuando en realidad son actores pagos o perfiles falsos.
- Marketing agresivo: utilizan la presión del tiempo con frases como “últimos cupos” o “oferta solo por hoy” para impulsar compras impulsivas.
¿Por qué los jóvenes son el público ideal?
Los algoritmos de las redes sociales identifican a los usuarios jóvenes interesados en finanzas y emprendimiento y los bombardean con publicidad de estos cursos. Hay varios factores que explican por qué esta estrategia es efectiva:
1- Búsqueda de independencia económica: En un contexto donde el empleo estable es difícil de conseguir y los salarios son bajos, la promesa de una “salida fácil” resulta muy atractiva.
2- Influencia de modelos aspiracionales: Influencers y “gurús” muestran una vida de lujos financiada, en realidad, por la venta del propio curso, no por las inversiones que enseñan.
3- Débil regulación y educación financiera limitada: Muchos jóvenes no tienen conocimientos sólidos sobre inversiones, lo que los hace vulnerables a falsas promesas.
4- Estrategia de “igual a igual”: los supuestos gurús financieros son, en muchos casos, jóvenes de la misma edad que su público objetivo. Esto crea una falsa sensación de proximidad y confianza: “Si él lo logró con mi misma edad, yo también puedo hacerlo”.
El verdadero negocio: no son las Inversiones, sino los cursos
La mayoría de estos influencers no ganan dinero invirtiendo, sino vendiendo el curso en sí. Muchos de sus alumnos terminan perdiendo dinero y, en algunos casos, se les incentiva a crear sus propios cursos para captar más clientes, replicando un esquema piramidal.
El formato más habitual incluye:
-Cursos genéricos con contenido gratuito fácilmente accesible en Internet.
-Cobros por acceso a grupos de Telegram o Discord donde supuestamente se comparten “secretos de inversión”.
-Promoción de plataformas de trading que les pagan comisiones por cada usuario registrado.
La frustración: el impacto psicológico de no lograr el cometido
Cuando el supuesto camino hacia la riqueza rápida no da los resultados prometidos, los jóvenes se enfrentan a un impacto emocional fuerte. La frustración, el sentimiento de fracaso y la pérdida de dinero pueden generar consecuencias profundas en su bienestar mental:
- Sentimiento de culpa y autocrítica
Al no obtener los resultados esperados, muchos piensan que el problema fue su falta de capacidad o esfuerzo, sin darse cuenta de que el sistema estaba diseñado para fallarles desde el inicio.
- Ansiedad y desesperación financiera
Algunos jóvenes invierten dinero que no pueden perder, incluso endeudándose con la esperanza de recuperar lo gastado. Cuando esto no sucede, aparecen la ansiedad y el estrés financiero.
- Desconfianza en oportunidades reales
Tras haber sido engañados, muchos desarrollan una visión negativa de cualquier tipo de inversión o formación financiera, incluso de las legítimas.
- Impacto en la salud mental
El choque entre la expectativa y la realidad puede derivar en síntomas depresivos, sensación de fracaso personal y miedo a volver a intentar algo nuevo.
Cómo protegerse y qué mirar antes de comprar un curso
Si bien existen cursos legítimos de educación financiera, es clave diferenciar los que realmente aportan valor de aquellos que solo buscan lucrar con la ingenuidad de los jóvenes. Algunas señales de alerta incluyen:
✅ Promesas realistas: un curso serio te hablará de esfuerzo, planificación y riesgos, no de fórmulas mágicas.
✅ Reputación del instructor: investigar si la persona realmente tuvo éxito en inversiones o solo gana dinero vendiendo cursos.
✅ Acceso a información previa: los cursos legítimos ofrecen muestras gratuitas de su contenido.
✅ Transparencia en costos y condiciones: evitar aquellos que ocultan precios o insisten en pagos inmediatos.
Conclusión: fomentar una educación financiera real
El problema de fondo no es solo la proliferación de estafadores en redes sociales, sino la falta de educación financiera en la juventud. Es fundamental que los jóvenes aprendan a reconocer oportunidades legítimas de aquellas que solo buscan aprovecharse de sus aspiraciones.
Además, es crucial acompañar a quienes cayeron en estos engaños, entendiendo que no se trata de un fracaso personal, sino de un sistema diseñado para explotar sus sueños. La frustración no debe ser un obstáculo para seguir aprendiendo, sino un impulso para exigir mayor transparencia, educación y responsabilidad en el ecosistema digital.
La verdadera independencia económica no se construye con atajos ni promesas vacías, sino con conocimiento, trabajo y una visión realista del mundo financiero.