El consumo de cocaína, tabaco, marihuana, metanfetaminas y otros estupefacientes, como así también el creciente uso de vapeadores, complejiza la propagación del virus dado que las fosas nasales y la boca son vías de contagio. A su vez, al compartir o no poder controlar e higienizar adecuadamente los elementos de inhalación de sustancias, sumado a las patologías que puede provocar, quienes consumen drogas constituyen un grupo de riesgo que es preciso atender.
El aislamiento, además, según los especialistas en psiquiatría o psicología, podría tener en personas adictas -como efecto colateral- un incremento de la ansiedad que aumente su necesidad de consumo. Cabe destacar que la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar) ha tomado una serie de medidas para evitar que se propague el virus en los centros de tratamiento. Por ello, a modo de aporte, pretendemos ampliar el enfoque e intentar abordar lo que ocurre con aquellas y aquellos individuos, con consumos problemáticos, que están fuera de las instituciones públicas y privadas dedicadas a la prevención y asistencia por el uso indebido de drogas.
Un importante disparador para encarar el abordaje es un reciente informe elaborado por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA). El documento hace hincapié en que el coronavirus podría resultar especialmente grave para aquellos que fuman regularmente tabaco, marihuana o que usan cigarrillos electrónicos, como así también para quienes tienen trastornos vinculados con las metanfetaminas y a los medicamentos opiáceos.
Si bien el informe está centrado en la situación de EEUU y China, el planteo no debería pasar inadvertido en nuestro país. Argentina registra algunos de los indicadores más elevados de América en lo que se refiere al consumo de tabaco y estupefacientes.
A medida que se lucha contra la enfermedad causada por el coronavirus 2019 (COVID-19)[1], la comunidad científica de Estados Unidos se puso en alerta ante la posibilidad de que el virus impacte en algunos sectores poblaciones fuertemente atravesados por el tabaquismo y/o por trastornos vinculados con el uso de sustancias. En otras palabras, fumadores crónicos y adictos a distintas drogas deberían ser consideradas como un grupo de riesgo.
¿Qué sucede en la Argentina? Si bien nuestro país tiene sus propias particularidades en lo que se refiere a las adicciones, que difieren respecto a EE.UU. y Europa, presenta indicadores por demás alarmantes. Por ejemplo, el consumo de cocaína aumentó 129% durante la última década, ubicando a la Argentina en el tercer lugar del ranking de consumo de las Américas, luego de Estados Unidos y Uruguay. Algo similar ocurrió con la marihuana y las drogas sintéticas.
Con respecto al tabaco, si bien la Argentina va en sintonía con la tendencia global a la baja, sigue siendo una de las naciones del continente donde más se fuma.
La peligrosidad de la proliferación del virus, entre quienes consumen cocaína, ha motivado también una advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La intervención estuvo motivada en una fake news que daba cuenta que el alcaloide podría servir para combatir el virus: “La cocaína es una droga estimulante y adictiva. Su consumo causa graves efectos secundarios y es perjudicial para la salud de las personas”.
La misma organización ha negado muchos otros rumores falsos sobre la enfermedad. Entre ellos que puede transmitirse a través de picaduras de mosquitos, o que puede tratarse rociando cloro en el cuerpo, usando aceite de ajonjolí, o lavándose las manos con orina de niños. Aunque la noticia falsa sobre la cocaína se originó en Nigeria, fue replicada por numerosos medios de comunicación latinoamericanos, que luego tuvieron que publicar artículos para desmentir los rumores.
¿Qué dice el documento?
Según el informe titulado “COVID-19: Potential Implications for Individuals with Substance Use Disorders”, publicado la semana pasada[2] por el NIDA[3], debido a que ataca a los pulmones, el virus podría ser una amenaza especialmente grave para aquellos que fuman regularmente tabaco o marihuana o que usan cigarrillos electrónicos y vaporizadores.
También se le debería prestar especial atención ante el posible impacto que podría tener en personas que presentan trastornos por consumo de opioides (OUD)[4] y metanfetaminas. Estos últimos grupos pueden ser vulnerables debido a los efectos de esas drogas en la salud respiratoria y pulmonar.
Además, como las personas adictas tienen más probabilidades de experimentar problemas vinculados con la vivienda o encarcelamiento, los expertos entienden que este tipo de circunstancias plantean desafíos únicos con respecto a la transmisión del COVID-19: “todas estas posibilidades deberían ser un foco de vigilancia activa mientras trabajamos para comprender esta amenaza emergente para la salud”.
Las muertes y enfermedades graves por COVID-19 parecen concentrarse entre las personas mayores y los que tienen problemas de salud subyacentes: diabetes, cáncer y afecciones respiratorias. En ese sentido, los expertos norteamericanos recordaron -en su informe- que está acreditado que la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), enfermedades cardiovasculares y otras patologías respiratorias empeoró el pronóstico en pacientes con otros coronavirus[5] que afectaron el sistema respiratorio, como pueden ser los que causan SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo[6]) y MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente)[7].
Tabaquismo en la mira
Según una serie de casos publicada en Journal of the American Medical Association[8], basada en datos del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (China CDC), la tasa de letalidad (CFR) para COVID-19 fue de 6.3 por ciento para aquellas personas con enfermedad respiratoria crónica, en comparación con un CFR de 2.3 por ciento en general. Es decir, la diferencia es de 173%.
Según los expertos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos: “un análisis más detallado de los datos emergentes de COVID-19 de China podría ayudar a determinar si esta disparidad está contribuyendo a la mayor mortalidad observada en hombres en comparación con mujeres. Si bien los datos hasta el momento son preliminares, se destaca la necesidad de que se profundicen las investigaciones para aclarar el papel de la enfermedad subyacente y otros factores en la susceptibilidad al COVID-19 y su curso clínico”.
Al estudio del NIDA, se le agregaron posteriormente advertencias de científicos de distintos centros de investigación de EE.UU. En ese sentido, Stanton Glantz, miembro del Centro de Investigación y Educación para el Control del Tabaquismo de la Universidad de California, sostuvo que cualquier persona sana que inhala el aire expirado por un fumador infectado con el coronavirus corre el riesgo de ser contagiado.
“También los efectos del cigarrillo electrónico impiden a los pulmones rechazar las infecciones. Cuando los pulmones están expuestos a una gripe u otra infección, los efectos adversos para los fumadores son mucho más serios que para el resto”, explicó Glantz.
Según el académico estadounidense, “las personas que tienen cotinina (un alcaloide de la nicotina metabolizada) en el cuerpo, incluso en niveles bajos como el caso de los fumadores pasivos, tienen un riesgo más alto de padecer fallas respiratorias”.
En China, el 52.9 por ciento de los hombres fuman, en contraste con solo el 2.4 por ciento de las mujeres. En otras palabras, el universo de fumadores es enorme ¿Cuál es la situación de la Argentina? Actualmente, el 27% de los argentinos hombres fuma, tasa sensiblemente menor a lo que se registra en China. Pero no ocurre lo mismo con las mujeres ya que registra una tasa del 15,3%, es decir, la tasa de prevalencia del consumo de tabaco entre mujeres es seis veces más respecto a lo registrado en el gigante asiático.
Según el último informe sobre tabaquismo de la OMS, publicado en diciembre de 2019, la Argentina registra 1.840.000 fumadores más que en la estimación anterior realizada por la OMS, de los cuales 1.226.000 son hombres y 614.000 son mujeres. Nuestro país está entre las cuatro naciones del continente americano con la tasa de tabaquismo más elevada, por encima de Brasil y Estados Unidos[9].
Vapear también puede dañar la salud pulmonar. Si bien todavía se desconoce si esa práctica puede conducir a la EPOC, evidencia emergente sugiere que los cigarrillos electrónicos dañan las células del pulmón y disminuye la capacidad de responder a la infección. Un estudio, citado en el informe por del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos, los ratones infectados con el virus de la influenza expuestos a estos aerosoles habían aumentado el daño tisular y la inflamación.
En tanto, las personas que usan opioides en dosis altas o que tienen OUD enfrentan desafíos para su salud respiratoria. Así lo refiere el informe del NIDA:
“Dado que estas drogas actúan en el tronco encefálico para disminuir la respiración, su uso no solo pone al usuario en riesgo de sobredosis mortal o mortal, sino que también puede causar una disminución nociva del oxígeno en la sangre (hipoxemia). La falta de oxígeno puede ser especialmente perjudicial para el cerebro. Si bien las células cerebrales pueden soportar cortos períodos de bajo nivel de oxígeno, pueden sufrir daños cuando este estado persiste. Ya se sabe que la enfermedad respiratoria crónica aumenta el riesgo de mortalidad por sobredosis entre las personas que toman opioides y, por lo tanto, la disminución de la capacidad pulmonar por COVID-19 podría poner en peligro a esta población de manera similar”.
Un historial de uso de metanfetamina también puede poner a las personas en riesgo. Ocurre que este estupefaciente contrae los vasos sanguíneos, que es una de las propiedades que contribuye al daño pulmonar y la hipertensión pulmonar en las personas que lo usan. “Los médicos deben estar preparados para monitorear los posibles efectos adversos del uso de metanfetamina, cuya prevalencia está aumentando en nuestro país (por Estados Unidos), cuando se trata a personas con COVID-19”, señala el informe.
Respecto al acceso al sistema de salud por parte de personas adictas, el informe refiere a la situación de Estados Unidos y China que, en rigor, no difiere demasiado respecto a lo que ocurre en otros países del mundo.
“El acceso limitado a la atención médica pone a las personas con adicciones en mayor riesgo de muchas enfermedades. Pero si los hospitales y las clínicas se ven obligados a establecer medidas restrictivas por su capacidad, podría ser que las personas con adicciones, que ya están estigmatizadas y desatendidas por el sistema de salud, experimentarán aún más barreras para el tratamiento de COVID-19. La falta de vivienda o el encarcelamiento pueden exponer a las personas a entornos en los que están en contacto cercano con otras personas que también podrían estar en mayor riesgo de infecciones. La perspectiva de la cuarentena y otras medidas de salud pública también pueden interrumpir el acceso a los servicios de jeringas, medicamentos y otro tipo de apoyo que necesitan las personas con OUD”.
Conclusión
El informe del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos finaliza haciendo un llamado a redoblar los esfuerzos:
“En este momento, sabemos muy poco sobre el COVID-19 e incluso menos sobre su intersección con los trastornos por uso de sustancias. Pero podemos hacer suposiciones fundamentadas basadas en la experiencia pasada de que las personas con problemas de salud debido al tabaquismo o el vapeo y las personas con opioides, metanfetaminas, cannabis y otros trastornos por el uso de sustancias podrían encontrarse en mayor riesgo de COVID-19 y sus complicaciones más graves: por múltiples razones fisiológicas y sociales / ambientales. Por lo tanto, la comunidad de investigación debe estar alerta a las asociaciones entre la gravedad / mortalidad de casos de COVID-19 y el uso de sustancias, el historial de fumar o vapear, y la enfermedad pulmonar relacionada con fumar o vapear. También debemos asegurarnos de que los pacientes con trastornos por uso de sustancias no sean discriminados si un aumento en los casos de COVID-19 supone una carga adicional para nuestro sistema de salud.
A medida que nos esforzamos por enfrentar los principales desafíos de salud de las sobredosis de opioides y otras drogas, y ahora las crecientes infecciones con COVID-19, NIDA alienta a los investigadores a solicitar suplementos que les permitan obtener datos sobre los riesgos de COVID-19 en personas que experimentan sustancias trastornos de uso”.
[1] A fines del año pasado se identificó un nuevo coronavirus llamado coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) como la causa de un brote de enfermedad respiratoria detectado por primera vez en Wuhan, China. La enfermedad causada por este virus se ha denominado enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19).
[2] “COVID-19: posibles implicaciones para las personas con trastornos por consumo de sustancias” https://www.drugabuse.gov/about-nida/noras-blog/2020/03/covid-19-potential-implications-individuals-substance-use-disorders
[3] El National Institute on Drug Abuse o NIDA (en español: Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas) es una institución del gobierno estadounidense cuya misión es avanzar en el conocimiento de las causas y consecuencias del uso y la adicción a las drogas, y aplicar ese conocimiento para mejorar la salud pública e individual. Esto incluye estratégicamente dar soporte y conducir investigaciones básicas y clínicas sobre el abuso de drogas (incluyendo el alcohol y el tabaco), sus consecuencias, y los mecanismos neurobiológicos, de comportamiento y sociales involucrados; y asegurar la efectiva traslación, implementación y diseminación de investigaciones científicas para mejorar la prevención y el tratamiento de uso de sustancias y desórdenes, y mejorar la conciencia pública de las adicciones como un desorden mental.
[4] «Opioide» es un término usado para varias sustancias naturales (originalmente derivadas de la planta del opio o adormidera) y sus análogos semisintéticos y sintéticos que se unen a los receptores opioides específicos. Los opioides son analgésicos potentes que también se usan como drogas de abuso debido a sus propiedades euforizantes y a su amplia disponibilidad. El abuso de la heroína es una práctica extendida en Europa y Estados Unidos. Por otra parte, en distintos países, como la Argentina, está en aumento el uso indebido de opioides analgésicos recetados (p. ej., morfina, oxicodona, hidrocodona, fentanilo). Parte del incremento se debe a personas que comenzaron a consumirlos con fines médicos legítimos.
[5] Los coronavirus (CoV) son una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS-CoV) y el que ocasiona el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS-CoV). Un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano. Los coronavirus se pueden contagiar de los animales a las personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios exhaustivos al respecto, sabemos que el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano y que se ha producido transmisión del MERS-CoV del dromedario al ser humano. Además, se sabe que hay otros coronavirus circulando entre animales, que todavía no han infectado al ser humano. Esas infecciones suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.
[6] El síndrome respiratorio agudo grave (SRAS) (en inglés: Severe Acute Respiratory Syndrome, SARS) es una enfermedad respiratoria viral causada por un coronavirus, llamado coronavirus asociado al SRAS (SRAS-CoV). La primera vez que se informó sobre el SRAS fue en Asia en febrero de 2003. A los pocos meses, la enfermedad se propagó en más de dos docenas de país en Norteamérica, Suramérica, Europa y Asia antes de que se pudiera contener el brote global de 2003
[7] El síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) es una enfermedad respiratoria contagiosa que puede ser fatal. Suele propagarse mediante el contacto directo con una persona infectada. Los síntomas incluyen fiebre, tos y dificultad para respirar. Otros síntomas son las náuseas, los vómitos y la diarrea. El tratamiento incluye reposo, ingesta de líquidos, analgésicos y, en casos severos, oxigenoterapia.
[8] Es una revista médica revisada por pares y publicada por la Asociación Médica Americana de forma semanal desde 1883.
[9] https://waltermartello.com.ar/tabaquismo-en-la-argentina-hay-18-millones-mas-que-hace-dos-anos/